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PISCIS


RESUMEN DEL MITO

 

Dionisos es hijo de Zeus y Semele, hija del rey de Tebas. Hera, celosa de los amoríos de Zeus, convence a Semele para que le pida al dios que se muestre bajo su verdadera forma. Semele, ignorante de que eso la destruiría, se las arregla para que Zeus revele su divinidad, condenándose a sí misma y pereciendo reducida a cenizas al verlo en su forma de rayos y truenos. Pero antes de que Semele muriera, Hermes salva a su hijo nonato de seis meses y lo introduce en el muslo de Zeus hasta su nacimiento. Al nacer, es un niño cornudo, coronado de serpientes y suele ser representado como un joven de rasgos suaves y afeminados. Siguiendo órdenes de Hera, los Titanes lo apresan, a pesar de que Dionisos cambiaba de forma transformándose en distintos animales, lo despedazaron y hierven las distintas partes de su cuerpo en un caldero, al mismo tiempo que un granado brotaba del lugar donde había caído su sangre. No obstante, su abuela, Rea, lo rescata y resucita, y sigue viviendo en secreto disfrazado de mujer. Cuando alcanzó la madurez, Hera lo encuentra de nuevo y lo enloquece, se pone a vagabundear por todo el mundo acompañado de su tutor Sileno y de las desenfrenadas Ménades. En sus viajes por Egipto e India enseña el cultivo de la vid. Luego vuelve a Tebas, lugar de nacimiento de su madre. En Tebas, el rey Penteo, disgustado por el comportamiento disoluto del dios, le mandó a arrestar junto a todo su séquito, pero Dionisos lo volvió loco haciéndolo creer que lo había encarcelado cuando en realidad era un toro, y las Ménades furiosas, inflamadas por el vino y el éxtasis, dirigidas por la propia madre del rey Penteo, lo despedazan y le rompen la cabeza.

SIMBOLISMO DEL MITO

 


En los mitos asociados a Piscis nos encontramos con una imagen repetida, el perseguidor y el perseguido, donde el redentor y el condenado tienen el mismo semblante, porque forman una dualidad, es decir, comparten un mismo origen. Piscis está estrechamente conectado con el mundo de la Madre y su amante-hijo, especialmente con su temprana muerte y posterior resurrección. El tema del redentor-víctima es central en la simbología de este signo. Un pisciano puede identificarse con la víctima y convertirse en alguien a quien la vida ha destrozado o puede identificarse con el redentor del sufrimiento ajeno, pero al final, se trata de las dos caras de la misma realidad interna. Al identificarse con la víctima o con el protector, Piscis contacta con la profunda compasión de la que es capaz y accede creativamente a las profundidades del infinito mundo del inconsciente y las emociones. Piscis personifica tanto el sufrimiento como la redención, ya que sólo quien se ha sentido agraviado o lastimado, tiene capacidad para sentir compasión, razón por la cual siempre está predispuesto a presentarse a sí mismo como una víctima o a mostrar una empatía genuina por el sufrimiento ajeno estando dispuesto a arrojarse al caos por los demás. Estas identificaciones con la dinámica del redentor-víctima suele vivirlas a través de situaciones que, tarde o temprano, lo ponen ante la necesidad de tener que apoyar o defender al marido-víctima (esposa-víctima), al amante que ha sido dañado por la vida, al paciente enfermo que necesita sus cuidados, etc. El lado oscuro y doloroso de este patrón vital es que el pisciano puede tener inconscientemente mucho que ver con el mantenimiento de la situación de vulnerabilidad tanto propia como ajena, debido a su estrecha relación con el mundo de la Madre y sus necesidades emocionales y corporales, ya que si se identifica con la víctima forzosamente “necesita” un salvador, pero si inconscientemente está identificado con el salvador, “necesita” encontrar o designar una víctima a quien salvar. En el mito, Dionisos representa una imagen de “locura creativa” o el “trasfondo irracional del mundo”, y hace referencia a la fuerza vital que permanece más allá de los cambios cíclicos de forma, es decir, al espíritu que está antes y que queda después de la vida física, está en unión y participa en la naturaleza, es decir, simboliza la vida eterna del alma que encarna y desencarna constantemente, representa un tipo de Cristo sombrío, al mismo tiempo víctima y redentor. Este mito hace referencia a la experiencia de unión con lo divino, a esa parte nuestra que está en conexión con los planos elevados, al alma, por lo que el misticismo, el dolor y la crueldad de estar encarnados forman parte del patrón de Piscis, con cientos de ejemplos a lo largo de la historia, sobre santos y redentores cruelmente sacrificados. En Piscis se combinan lo sagrado con lo vicioso y lo sádico, ya que estas figuras arquetípicas forman parte de su destino. La enemistad entre Hera y Dionisos, representa la enemistad que existe entre madre e hijo, una relación de amor y odio, posesión y destrucción. Piscis, al encarnarse, experimenta el mundo terrestre de la Madre como un padecimiento, la carne del cuerpo puede convertirse en una prisión, pero también el espíritu puede dejar de lado su aspecto redentor y convertirse en un destructor de la carne (drogas, alcohol, vicios), con la esperanza de liberarse de él. Estos dos aspectos están presentes en el destino de este signo y rechazar este patrón de experiencia puede no ser beneficioso para Piscis, ya que si no lo recibe bien, éste se puede volver en su contra y “destrozarlo” interna o externamente. Al igual que los dos peces de este signo, unidos por sus colas, que impide se puedan separar, Piscis está irremediablemente unido al mundo emocional e inconsciente de la Madre y a toda su oscuridad e intensidad.


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